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lunes, diciembre 05, 2005

Cruzar la acera

Un día fui al médico, a un chequeo rutinario. Aunque estaba fuerte como un toro, hecho un animal, desde hacía unos cuantos días venía jiñando fatal -Serán las proteinas que tomo en el gimnasio-

En cuanto vi al doctor, no diré lo contrario, me pareció homosexual. No me gusta pensar mal, jamás imaginé la cantidad de aberraciones de las que ese consultorio sería escenario.

Sonriendo me explicó algo que no me gustaría tener que escribir en este diario: me quería someter a un tacto rectal. Se puso los guantes de látex, comenzó la exploración digital y con ella mi calvario.

Lo que al principio me supuso un dolor primario, se fue tornando placer carnal, que aumentaba con cada movimiento manual hasta llegar a un nivel extraordinario.

Aunque pueda sonar un tanto estrafalario, tras esa experiencia vital, me he hecho adicto al hemoal y visto un lucido escapulario.

Y aquí termina la historia de cómo salí del armario en lo que empezó siendo un día normal y acabó con una buena dosis de sexo anal en el despacho de un dispensario.

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Gusnabo Gordo Becquer